Bienestar

El silencio como un enemigo

el-silencio-como-un-enemigoNo tengo nada en contra del silencio. Puede ser reparador, puede ser necesario, puede ser relajante… pero como casi todo, también puede ser malo.

El otro día estuve hablando con mis colegas sobre películas en las que el silencio es “el malo”. Una de ellas es “La vida secreta de las palabras” en la que la protagonista carga con un terrible secreto, un sufrimiento insoportable de tiempos de guerra que la carcome y del que evita hablar. La otra era “El secreto de Esma”, sobre una madre que oculta a su hija que es fruto de una violación, también durante la guerra.

En ambos casos queda claro que el hablar es el inicio del proceso de duelo, de procesamiento del pasado, inevitable para poder pasar página y empezar una nueva vida.

No hablar, guardar un secreto como por ejemplo un trastorno alimentario, significa negarle a una parte de uno mismo el espacio vital. Somos hijas, hermanas, madres, estudiantes, trabajadoras, amantes, amigas, fuertes, débiles, alérgicas, cojas, guapas, listas, imperfectas.

Tenemos infinidad de roles, de facetas, de aspectos que de un modo u otro afloran a lo largo del día, del mes o del año. Cada parte de nosotros debería tener un lugar bajo el sol.

Pero no nos engañemos: hablarlo es difícil, muy difícil. Implica aceptar el problema, enfrentarse a él. Hay muchas razones para no hablar y creo que hay que tomárselas muy en serio porque todas son razones muy válidas: por ejemplo puede que no hablemos por miedo a sufrir.

Es cierto que cuesta encontrar el momento adecuado, la persona adecuada. Conviene ir poco a poco y aceptar que probablemente no consigamos hablar con la calma que deberíamos. Yo me veo a mí misma sollozando desconsoladamente… pero qué alivio fue poder comentar la siguiente recaída con alguien, compartir mi miedo, mi ansiedad.

Es importante encontrar la persona adecuada. A veces nos empeñamos en que ciertas personas “deberían” ayudarnos: nuestros familiares, nuestras parejas. Es como si hubiera una serie de roles preestablecidos que nos obligan a obedecer a cierta jerarquía: cómo se lo voy a contar a mi amiga antes que a mi novio, al médico antes que a mi madre, etc.

Yo propongo pasar de ideas preconcebidas y acudir allí donde la intuición les indique. Si tienes un amigo o amiga que sientes no te juzgará, una persona abierta y que te quiere, apóyate en él. Da igual quien sea: un tío, una abuela, alguien del trabajo, el médico, alguien de una asociación, el panadero de toda la vida.

Lo importante es tener apoyos y nadie puede reprocharos que no se lo hayamos contado primero porque estamos hablando de temas muy íntimos que nadie, absolutamente nadie tiene “derecho” a saber.

Resumiendo mucho: no te dejes presionar ni para hablar ni para no hacerlo. Es cuestión de intuición y de amor a una misma saber cuándo, cómo y con quién. Confía en tu instinto.

Fuente: Tejiendo Caminos de Autoestima

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*