Bienestar

La competencia, es mejor que sea sana

la-competencia-es-mejor-que-sea-sanaEn el viejo país del Rey Salomón, ocurrió que ciertos ciudadanos se pusieron de acuerdo para formar un negocio. Debido a que la ley del reino exigía un mínimo de 20 mil dracmas para hacerlo y éstos eran muy pobres, decidieron que cada uno contribuiría con mil dracmas cada uno; y que por lo tanto, debían reunir por lo menos 20 socios para contar con el dinero suficiente.

Se organizaron confidencialmente debido a que no era necesario que nadie supiera de sus actividades y gracias a la generosidad y solidaridad que caracteriza a los hombres buenos, muy pronto llegaron a superar esa cifra. Fundaron su empresa y acudieron a los funcionarios del lugar para comunicarlo.

Pero he aquí, que un hombre rico y poderoso, descarnado e interesado capitalista, se enteró de que se estaba formando un nuevo negocio y que muy pronto sería su competidor. Resolvió impedir, a como diera lugar, el inicio de sus operaciones.

Haciendo uso y abuso de su poder, mandó apresar y deportar a uno de sus dirigentes; porque astutamente se dijo, si elimino a éste, muchos saldrán despavoridos y desistirán de seguir con su empeño; y efectivamente, así fue. Algunos renunciaron a seguir formando parte de la empresa y tuvieron la infeliz idea de hacérselo saber a aquel poderoso señor, para que no los persiguiera, para congraciarse con él, para que perdonara el atrevimiento que habían tenido de cuidar sus intereses. Sin embargo, otros socios salieron en su defensa, a los que también eliminó.

Así, acusando a unos, asustando y amenazando a otros, empezó a recibir muchas cartas indicando que los socios desistían de pertenecer a la empresa. Frotándose  las manos, acudió a las autoridades del reino para decir que la empresa había sido legalmente mal formada, arguyendo que la empresa no contaba con el capital suficiente; para ello presentó como pruebas – sin conocimiento ni consentimiento - las mismas cartas que los inocentes y amedrentados ciudadanos le alcanzaron. Aquellos que justa, legal y valientemente decidieron aportar su pequeño capital con la idea formar su empresa.

Vio el caso aquel un funcionario investido de la ancestral sabiduría del Rey Salomón y como quiera que comprobara que la naciente empresa contaba con más del capital requerido, decidió dejarlos operar. Aplicó la ley y resolvió el caso exigiendo al poderoso que dejara trabajar a su naciente competidor y le impuso una multa, por pretender ir contra lo que la ley había establecido, por conculcar a los humildes ciudadanos que persiguió y castigó en abuso de su poder.

Pero el hombre rico no estuvo conforme y denunció al funcionario porque no le dio la razón. Cuando esto llegó a oídos del Rey, éste dio la razón al funcionario y envió al hombre rico a la cárcel donde ahora se lamenta con lloro y crujir de dientes.

Fue así que quedó restablecida la legalidad en el reino del viejo Rey Salomón y las dos empresas pudieron trabajar libremente y convivir pacíficamente en beneficio de los ciudadanos del reino. El que tenga oídos, que oiga.

Fuente: SDCAAP.org

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