Bienestar

Paz Interior

Paz interior

 

Autora: Chuchi González

Si miramos alrededor con ojos buscadores, veremos que cada vez hay más caos; violencia, arrebatos de vida, abusos, injusticia, indiferencia, tristeza, hambre, desolación. La sociedad ha creado en su inconsciente colectivo la conversación nefasta de que “nada puede cambiar, de que todo irá de mal en peor”; y ese contexto emocional nos domina a todos. Hoy resulta más irrespetuoso ver a alguien contento o sonreír que ver a alguien llorando. Al que disfruta de su vida se lo mira de reojos, indignados, -¿de qué se puede reír con todo lo que pasa?- Vivimos en un mundo que enfoca su atención en lo negativo, que tiene sed de perfección, cuyos tiempos son mínimos, que confunde “tener” con “ser”, y felicidad con resultados.

En un ámbito tan adverso quién puede vislumbrar una luz entre tanta oscuridad es sometido al rechazo y a la ridiculez. Cómo dije antes - ¿De qué se puede reír alguien con todo lo que pasa? Justamente de eso; de lo que pasa. Porque nuestro problema como individuos, no está vinculado con lo que sucede sino con lo que hacemos con lo que sucede.

En la vida no estamos exentos de que se acontezcan determinados hechos, pero la cantidad de malos momentos o la garantía de vivir poco de ellos no es el equivalente a la felicidad permitida. Todo está íntimamente encarnado a nuestras interpretaciones. Por eso habrá personas que tuvieron vidas frustrantes y sin embargo son manantial fresco de sabiduría y otros que lo tuvieron todo se intentan suicidar frente a cada “no” que alguien le dice.

Nuestro principal pozo de sufrimiento es la peculiar forma que tenemos de relacionarnos con lo que sucede; vivimos en resistencia permanente, cuando ocurre algo que juzgamos es injusto o doloroso decimos: “No esto no puede estar sucediendo”, “ No puede hacerme esto”, “No es verdad”, “ No”; y nos acurrucamos a esas sensaciones de desvarío, al quiebre de nuestra transparencia, y nos refugiamos en la venganza, en el deseo de justicia por manos propias, en el resentimiento, en la ira. Sin tomar conciencia que ese accionar sólo nos retrasa en el camino; que nos ata al poste del pasado, que quedamos flameando estancados en el ayer; y el mañana se nos escurre por entre los pies.

Nos sentimos más fuertes si odiamos, si con orgullo febril le decimos a alguien en la cara “No te voy a perdonar nunca”, como si el perdón fuese la liberación del otro; o nos mostraría vulnerables. Y todo este sentir nos esclaviza y aleja de quienes queremos ser.

La paz está con nosotros, sólo que elegimos entrar a nuestra vida por otra puerta. Deberíamos aprender que hay situaciones que escapan de nuestras manos; que aun cuando tratemos al prójimo con amor y respeto nos pueden traicionar; que todo es relativo, que no tenemos control de nada; que hay facticidades que son insoslayables, y descansar nuestros corazones de tantas defensas, respirar, relajarlos, y gozar de lo único que tenemos que es este instante.

 

Hay una hermosa oración que dice “Señor concédeme serenidad, para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar aquello que si puedo y sabiduría para reconocer la diferencia,” y constituye los pilares de la paz interior que los seres humanos anhelamos alcanzar.

“Cosas buenas y malas, han pasado y pasarán; el secreto está en saber transformar las buenas vivencias en recuerdos permanentes y las malas en momentos fugaces”. Lair Ribeiro

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