La apariencia es nuestra carta de presentación. Es lo que perciben los demás e incluso una mismas. Vernos bien cuando nos miramos al espejo, y que los demás también lo vean, siempre ha sido, es y será importante.
Quizá suene atrevido decir que nos condiciona nuestro aspecto, pero es real. No debía de ser así pero lo es. Además, verse bien aumenta la autoestima y es determinante en las interacciones sociales. Influye en nosotras mismas y en las personas que nos rodean, sean familia, amigos y compañeros o personas extrañas con las que tenemos que tratar. Todo ello condiciona nuestro éxito y nuestro bienestar.
Algunos, pareciera que castigan a las mujeres hoy en día por quererse ver bien, al cometer la altísima traición de preocuparse por el físico. Se burlan o ven mal a la que gasta en ropa, maquillaje y accesorios, cuando la realidad sobre verse bien es que es algo bueno.
Por supuesto, el verse bien implica sentirse mejor. Esto es algo tremendamente positivo para la salud y el bienestar. Asimismo, es importante saber aceptarse como se es. La belleza está en el exterior y también en nuestro interior, uno y otro se reflejan mutuamente.
Y, sobre todo, no hay que caer en la obsesión por el cuerpo perfecto, el afán de belleza y la búsqueda de la eterna juventud, lo cual puede llevar a situaciones y expectativas muy complejas. Es preciso ser consciente de ello y evitar cualquier tipo de exceso.
