Pareja

Cuánto cuesta ser amada en Internet



“No busques, ponte donde hay”, recuerdo el consejo de una tía, al saber que soy una mujer joven, divorciada, profesionista, con un hijo adolescente y sin una pareja. Por algunos momentos, pensé: ¿y dónde hay? No tardé en encontrar la respuesta…pues en la red de la modernidad, Internet. Cuando decidí comenzar mi búsqueda de los diferentes portales, quedé asombrada por la inmensa cantidad de ellos. Unos gratuitos, otros con membresías que ofrecían fáciles pagos en mensualidades. Decidí inscribirme en uno por una módica cantidad, ya que pensé que al haber un pago de por medio, encontraría personas más serias y con un mayor nivel adquisitivo. Elegí el plan más económico de prueba, así, si no encontraba al príncipe azul, no me dolería tanto el bolsillo.


  Reconozco que me resultaba entretenida y hasta divertida la revisión de los perfiles de los muchos hombres registrados ahí. Un día, apareció de manera espontánea el perfil de un hombre inglés de nombre James, cuya foto atrajo poderosamente mi atención. Contaba a detalle su historia de vida. Era originario de Grecia, hijo único de padre inglés y madre norteamericana, ambos fallecidos tiempo atrás. Viudo y padre de una pequeña de 11 años. Por muchos años trabajó en Grecia en el ramo de la construcción, pero al morir su padre, había decidido trasladarse a Londres a continuar el negocio de éste. Se trataba de una gran “boutique,” en el  centro de la capital inglesa. Viajaba con frecuencia por cuestiones de negocios, buscando nuevos artículos para la tienda. La comunicación comenzó a darse por correo electrónico. Al cabo de un mes, más o menos, me comentó que tendría que viajar junto con su pequeña, al continente africano en busca de nuevas mercancías. ¡¡¡Casi me desmayó cuando me dice que después de su estancia en África, había decidido viajar a México para conocerme!!!!

No sé si por mi soledad o por mi entusiasmo, o tal vez por ambos, que  en automático me imaginé tomando té con la Reina Isabel de Inglaterra, un boleto de primera fila para la apertura y clausura de las Olimpiadas en el año 2012  y mi hijo asistiendo a la prestigiosa escuela de Eton. No podía creer que un joven empresario, guapo y amoroso estuviera en México para conocerme y formalizar nuestra relación. Comenzaron así, las llamadas telefónicas, breves, pero muy amorosas. Ello hizo que mi emoción creciera. Pensaba cómo le daría la noticia a mi familia, imaginariamente repartía mis bienes más preciados entre las personas más especiales de mi vida, practicaba mis palabras de renuncia para mi jefe y una larga lista de interminables pendientes-planes en los cuales había que pensar.

Faltando pocos días para su visita, dos o tres días, me llamó para decirme que tenía un problema. La comunicación fue difícil por lo que tuvo que explicarme la situación por correo. Al llegar al aeropuerto para comprar los boletos para él y su hija, tuvo problemas con el dinero. No contaba con suficiente efectivo y no aceptaban tarjetas de crédito, ni cheques de viajero. Me pedía prestados 1,000.00 dólares y en cuanto estuviera en México me los rembolsaría al doble. Mi primera reacción fue: no tengo dinero, porque efectivamente no lo tenía. Comenzaron a rondarme por la cabeza varias preguntas que de inmediato le hice: ¿cómo un gran empresario londinense no tiene manera de pedir dinero a la gente de su negocio?, ¿en estos tiempos cómo es posible que en un país- aunque sea Nigeria- no aceptan tarjeta de crédito, si éstas las aceptan hasta en el Mc Donalds?, ¿Cómo haría yo una transferencia de dinero hasta allá? Por supuesto que al tratarse de un “hombre de negocios”, dio respuestas a todas ellas: la tienda había cerrado mientras él se encontraba de viaje y no había nadie que lo pudiera ayudar con la transferencia, no sabía bien por qué no aceptaban su tarjeta en la línea aérea y por último la transferencia del dinero la podía hacer a través de una compañía que se dedica a envíos de dinero a nivel mundial (Western Union) a nombre de James Efe.

Se conoce como el fraude 419 en Nigeria y está penado por la ley. Debemos recordar que este país fue colonia inglesa y el inglés es su idioma oficial. El proceso es conseguir la víctima en los portales de Internet, aprovechando la gran vulnerabilidad de las personas por ser amadas. Después de un tiempo de intercambiar romántica correspondencia y miles de excusas para no enviar fotos, resulta que se tiene que hacer un viaje a la ciudad referida y una vez ahí tienen problemas de dinero. Le piden a su amada, porque no hay nadie más en este planeta, cierta cantidad de dinero, a través de una transferencia por una compañía, cuyo papel no es cuestionar a los destinatarios. Se entiende como voluntad y absoluta responsabilidad de quien envía el dinero. Así no hay manera de rastrear a quien recibe el depósito y… negocio redondo. Aunque penado por las leyes, las autoridades no pueden hacer nada, ya que el dinero llega de manera legal y voluntariamente por la víctima.

Darme cuenta que no despertaría todas las mañanas con el sonido del Big-Ben y que tenía que despedirme de mis románticos paseos por el río Támesis, no fue nada grato. Sentí coraje por la burla a mi inteligencia y a mi soledad. Afortunadamente me di cuenta de la estafa y al mencionado sujeto le tocó su correspondiente merecido, aunque lo que más lamento es que haya tenido que ser por correo. Me costó trabajo dar a conocer esta experiencia entre mis amigos. Sentía una vergüenza espantosa. ¿Cómo una mujer joven y profesionista no se había dado cuenta de las señales del engaño desde el inicio de la “relación”? Tal vez sólo quería creer que, por fin, podría rehacer mi vida amorosa. Por supuesto cancelé mi flamante “suscripción” al portal. Solo quiero que mi experiencia les pueda servir a muchas mujeres, que como yo, buscamos el amor de pareja, antes que el amor por nosotras mismas. Les damos a otros el control sobre nuestro corazón, no importando en qué parte del mundo estén y cuál sea el costo. Hoy, vivo esta experiencia con humor, pero sobre todo con orgullo. Mi intuición y mi inteligencia salvaron mi corazón…espero lo hagas con el tuyo.

Maricarmen D.J.

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