Adolescentes

Hostigamiento entre adolescentes

hostigamiento-entre-adolescentesLe decían palabras dolorosas, palabras que hieren y lastiman, adjetivos que eran veneno para el alma y el cuerpo. Se trataba de una pequeña de catorce años y justo en su día de cumpleaños recibía por mensaje celular toda una catarata de agresiones. Su madre, Carla Carey, no sabía qué le sucedía a su pequeña. Estaba apagada, triste, a pesar de ser su aniversario. ¿Qué tienes hija? Nada, nada. Es que nadie puede ayudarme. Fueron estas palabras las que despertaron la alarma de Carla. Había que actuar antes de que su hija cometiera lo impensable.

Consecuencias graves

Carla Carey había escuchado el caso de otra adolescente, Phoebe, que había decidido dejar de vivir tras al acoso y el hostigamiento de sus compañeras y compañeros de escuela. Un día Phoebe regresaba a casa cuando un auto se puso a su lado. Eran sus “amigas” del salón. Ella se acercó amablemente solo para ser recibida con insultos y finalmente una de ellas le lanzó una lata a la cara. Después de ese día, Phoebe no regresaría más a la escuela. Phoebe no regresaría nunca más a ninguna otra escuela.

La extranjera

Phoebe era una niña hermosa, como lo son todas a sus 15 años. Un bello cisne, entre patos comunes quizá. Phoebe había llegado recientemente de Irlanda para vivir cerca de Boston. Ahora se sabe que en su país de origen tenía un historial de hostigamiento. Pero esta vez que llegaba como extranjera, y más debido a que había tenido un pequeño romance con un jugador de fútbol, algunas compañeras habían decidido hostigarla hasta destruirla. Así llega a ser el acoso entre adolescentes; se busca el abatimiento psicológico de la víctima.

Señales

El caso de Phoebe fue y es ampliamente conocido en los Estados Unidos, no sólo por el lamentable final, sino porque nueve adolescentes fueron sometidos a juicio penal. Y aunque nada puede traer de vuelta a Phoebe, su caso ha permitido conocer más a fondo las señales y frases que emiten las victimas. “Esto no va a mejorar. Nadie puede ayudarme”. Padres de familia, maestras y maestros, incluso las autoridades policíacas, ahora son más sensibles al tema del acoso entre compañeros de escuela. Carla Carey tomó nota del caso de Phoebe; ahora su hija está en tratamiento y en su escuela las cosas han cambiado, incluso la policía realizó investigaciones.

Caso ejemplar

En efecto, la noticia de Phoebe cobró relevancia pues se anunciaba la detención de dos grupos de jóvenes, uno de hombres y otro de mujeres, que serían enjuiciados no como niños, sino como adultos. Este caso alarmante había atrapado la atención de Carla, quién al ver que su hija actuaba y se sentía deprimida, como alguna vez lo habría hecho Phoebe, fue a la escuela, fue con doctores y fue a la policía. Registros de mensajes celulares demuestran que su hija sí había sido hostigada psicológicamente con regularidad. Que el día de su cumpleaños había recibido mensajes denigrantes por parte de sus compañeras.

¿Consecuencias?

Cuestionable como puede ser el que se juzgue a adolescentes como adultos, la ejemplaridad del juicio y su sentencia han despertado en el resto de nosotras un temor por lo que pueda pasarle a nuestras hijas o hijos en la escuela. Sean victimas o victimarios, las consecuencias pueden ser fatales. Es cierto que el cerebro de un niño adolescente no está plenamente desarrollado para la prevención -no llegan a percibir del todo la consecuencia de sus actos- pero, por esto mismo, nos corresponde a los adultos estar más pendientes de estos pequeños ángeles o demonios.

Huellas

La violencia de los hombres es clara, brutal, dolorosa. Pero la violencia de las mujeres hacia las mujeres no es menos fuerte y tormentosa. No siempre se llega a los golpes y a los puñetazos pero sí viene acompañada de una compleja forma de agresión –oculta y silenciosa o abierta y manipuladora– que lleva a la victima al aislamiento donde las huellas se quedan de por vida. Muchas de nosotras fuimos a escuelas de puras niñas y recordamos al día de hoy las acciones dolorosas de ciertas compañeras. Décadas después aún cargamos con aquellas huellas.

Arsenal femenino

Phoebe era una mujer bella. Si bien todas somos únicas y diferentes, ella hablaba diferente a las demás. Había llegado de otro país. Tenía un acento extraño. Cuando alguien viene de otra parte, cuando se es notoriamente diferente, las perpetradoras preparan su armamento psicológico. Cuando alguien recién llegada ha sido favorecida por el aprecio de algún codiciado joven, las perpetradoras alistan al equipo para odiar con las miradas, arruinar con rumores o despreciar con su silencio. El arsenal de las niñas y las adolescentes es sutil, complejo y altamente nocivo.

Plan y acción

Desde la primaria hasta la preparatoria, existen mujeres que en grupo se encargan de arruinarle la vida a ciertas víctimas. Primero es una mirada, luego es una tarde donde en grupo elaboran una larga lista de razones por la que “odian” a la otra y al día siguiente y al que sigue y al que sigue viene el silencio total, permanente. El infortunio de la chica acosada está escrito de antemano. Ahora ella misma se acomodará en el papel de víctima. Yo sé que no merezco tu amistad, pero dime si puedo hacer algo para ganarme tu aprobación. Los roles han quedado sellados.

Primero: sensibilizar

No siempre el acoso es claramente intencionado. A veces quien agrede no sabe del todo que sus acciones perjudican a cierta persona. Del mismo modo, niñas o adolescentes no saben reconocer que están siendo afectadas por las acciones de otras. Tanto la hostigadora como la víctima deben ser capaces de asimilar lo que está sucediendo para asumir plenamente las consecuencias. Nos corresponde como padres o educadores, estar atentos a tales conductas antes de que sea tarde. Hacer conciencia en nuestras pequeñas del dolor que sienten (víctima) o generan (acosadora) es un buen primer paso hacia una solución y una vida con menos problemas.

Acosadora wannabe

Las acosadoras suelen agredir a personas bonachonas, niñas consideradas, aplicadas o que se portan bien. También escogen como víctimas a las recién llegadas o que vienen de otra parte. Son niñas que tienen algo por los que son envidiadas; pueden ser bonitas, o más capaces, o de mayor éxito social. Es precisamente la carencia de uno de estos factores en las acosadoras su característica principal. Las victimarias suelen tener dudas sobre su propio talento o capacidad. Se sienten feas, extrañas o excluidas,  y quizá por ello agreden a las que parecen tener lo que ellas desean para sí.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*