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Un viaje inolvidable

De viaje por las islas españolasHace aproximadamente 9 años, mi madre y yo visitamos a mi hermana que vive en Escocia. En esa ocasión planeamos hacer un recorrido las tres juntas; nos emocionaba el hecho porque hacía mucho que  no viajábamos juntas. El lugar que escogimos fue Mallorca, la cual está situada en las Islas Baleares, enfrente de la costa catalana española, en el Mediterráneo y cuya capital es Palma. Ya estando ahí decidimos visitar Valldemossa, hermoso lugar situado en la parte montañosa y famoso porque ahí pasó un invierno Federico Chopin, para aliviar un poco su tuberculosis, en compañía de su amante, la escritora George Sand.

El lugar es maravilloso con vistas que quitan el aliento por su majestuosidad.  La pareja célebre se hospedó en la Cartuja, convento, muy hermoso, del siglo XVII.

Habíamos rentado un auto y yo manejaba porque mi hermana, al vivir en la Gran Bretaña ya sólo maneja con el volante del lado derecho, lo cual se estila en ese país.

Hicimos todas las visitas, caminamos por el pueblito, pintoresco, maravilloso, lleno de animados y concurridos restaurantes y tiendas.  En el momento de regresar, llegamos al auto y empecé a buscar las llaves, no las encontré y entonces sí ya teníamos un problema.  El pueblo se fue vaciando, todo estaba ya cerrando, la noche cayendo y nosotras no podíamos irnos.  Fuimos a un taller mecánico, ya que era de lo poco que permanecía abierto, para poder hablar por teléfono a la agencia donde nos habían alquilado el coche.  El dueño del taller, hombre joven, de pocas palabras, se portó gentilmente y nos dejó quedarnos ahí mientras nos enviaban el otro auto.  En algún momento algo pasó por mi mente y volví a revisar mi bolsa: en un rinconcito, ahí estaban las llaves.  Hablamos de nuevo que ya no enviaran el coche pero ya había salido; nos dijeron que no importaba, que nos fuéramos.

Pero ya era noche cerrada y el camino es muy sinuoso, no hubiéramos querido regresarnos por ahí de noche pero no había remedio.  Yo soy muy buena manejadora pero no tengo ni el más mínimo sentido de la orientación, así que mi hermana me dijo, tú sólo maneja y yo te guío.  Así lo hicimos y con el estómago en la boca de los nervios, al fin llegamos a nuestro hotel con toda salvedad.

Fue una especie de aventura con final feliz.  Lo que aprendimos de ello fue que aún en la persona más sencilla puedes encontrar un gran corazón, como fue el caso del dueño del taller.

Mi hermana, posteriormente, le envió un lindo recuerdo escocés para agradecer su amabilidad.  Nunca volvimos a saber de él.

Un viaje inolvidable

Escrito por Viajera

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