Sin duda, es el ocio el que trae recuerdos de tu existencia en mi vida, esa vida que colmaste a ratos de amor, placer, esperanzas, esa vida tan llena de expectativas, mismas que fuiste rompiendo en pequeños pedazos difíciles de reconstruir.
Es el ocio el que me hace recobrar tus besos, tus caricias, tus promesas de amor eterno.
Es el ocio que me llena de amarguras cuando recuerdo la falsedad de tus palabras, de tus promesas que volaron como hojas de otoño.
Sin duda, este ocio me hace tanto bien como mal.
Me esfuerzo en no traer a la memoria el tiempo compartido a tu lado.
Pero a lo largo de la vida puedo ver que estos ociosos pensamientos me dicen que jamás me conociste como yo te conocí.
Reconstruyo el tiempo, la vida, y el porque no me di tiempo para volver a amar.
Estaba tan ocupada, tratando de resolver que haría con mis niñas.
Segura que no permitiría que nada, ni nadie volviera a lastimarlas.
Tu ausencia en sus vidas las marcó.
Te convertiste en un tatuaje difícil de borrar.
Todos los humanos en el ocio del pensamiento elucubramos mil y una formas de cómo hubiéramos querido resolver los acontecimientos pasados.
Claro está que la vida nos va dando la experiencia, esa que no tuvimos para sufrir menos, ahora me siento en paz, muy en paz, porque defendí con todo mi amor a mis pequeñas y eso el ocio no lo puede reemplazar.
Rebeca Harfuch